Los Himnos "sobre la perla" de San Efrén, el Sirio.

La revelación transparente de los Misterios

Las Iglesias de tradición siríaca y las de tradición bizantina celebran el 28 de Enero la fiesta de san Efrén el Sirio, teólogo muerto en el año 373 que, a partir de la Sagrada Escritura, reflexiona poéticamente sobre el misterio de la redención. Reflexión teológica desarrollada con imágenes y símbolos tomados de la naturaleza de la vida cotidiana y de la Biblia, en himnos para la liturgia, de carácter didáctico. Por medio de estos componentes, instrumento catequético extremadamente eficaz, Efrén difundía, en ocasión de las fiestas litúrgicas, la doctrina de la Iglesia.

En los 87 Himnos sobre la fe hay cinco "sobre la perla", donde Efrén contempla los diversos aspectos del misterio de Cristo, de la Iglesia, de los sacramentos y del cristiano. La perla es signo del misterio de Dios que escapa a simple vista: "Un día, hermanos míos, tomad una perla: ved en ella los símbolos que se refieren al Reino, las imágenes y las figuras de la grandeza (divina). Llega a ser una fuente, de la cual bebieron los símbolos del Hijo. La pongo, hermanos míos, sobre la palma de mi mano, para poder examinarla. Me pongo a observarla por un lado: tiene un único aspecto por todos los lados. Así es la búsqueda del Hijo, inescrutable, porque ella es toda luz. En su limpieza, yo veo al Limpio, que no se vuelve opaco. Y, en su pureza, el gran símbolo del Cuerpo de nuestro Señor, que es puro. En su indivisibilidad, yo veo la Verdad, que es indivisible".

Los himnos "sobre la perla" de Efrén son seguramente los textos en los cuales se destaca, de modo más evidente, la habilidad y profundidad poética del Diácono siríaco. Los textos están compuestos para ser recitados o cantados, con la indicación en cada uno de un versículo responsorial y de un tono musical, seguramente bien conocidos por su auditorio. Los componentes nacen de la meditación de la Escritura pero también de la observación de cada aspecto de la realidad creada. Efrén enfoca así el nacimiento y la formación de la perla con la Natividad de Cristo: la primera en el seno de la ostra, sin ser tallada ni modelada; Cristo (engendrado eternamente en el seno del Padre y, por tanto, no creado) en el seno de María.

Efrén parangona, por tanto, la perla, traspasada y colgada como una joya en la oreja y que brilla con su belleza a Cristo que, traspasado por los clavos y colgado en la cruz, resplandece con una belleza única: "Tu naturaleza se asemeja a la del cordero silencioso, !en su mansedumbre! Si uno la perforase, la elevara y la colgase en su oreja, como Gólgota, todavía más aún hecharía todos sus rayos sobre aquellos que la contemplan. En tu belleza está pintada la belleza del Hijo, que reviste el sufrimiento. Los clavos lo traspasaron; una punta te ha traspasado, porque también a ti te perforan, oh perla, como sus manos".

La perla que sale del mar y viene a la tierra, es símbolo de Cristo que deja el seno del Padre y viene a habitar entre los hombres: "Oh hija de las aguas, que has dejado el mar en el cual naciste, para salir a la tierra reseca en la cual eres amada. Los hombres te han dado mucha importancia, te han tomado y se adornan contigo. Así es también para el Hijo que los pueblos han amado con mucho aprecio, del cual se han coronado".

La contemplación del misterio de Dios supone para Efrén la adoración y la contemplación, no una búsqueda final, por sí misma, o que aleje de la verdad sobre el misterio de Dios y del hombre. El poeta da, por tanto, voz a la perla misma: "Hija soy yo del mar inmenso, y más vasto que aquel mar del cual he salido. Grande es el tesoro de símbolos, que está en mi seno: Escruta el mar, pero ¡no escruta al Señor del mar!". Con un sustrato claramente bautismal, Efrén pone en evidencia el hecho de que, para tomar la perla, es decir, para obtener la fe, necesita que el hombre se despoje y se haga pobre: "Hombres despojados se sumergieron, extrayéndote del mar, ¡oh perla! No fueron los reyes los primeros en darte a los hombre, sino los despojados(*): símbolo de los pobres, de los pescadores y de los galileos. No hubieran podido de hecho, con los cuerpos vestidos, venir hasta a ti. Llegaron porque se habían desnudado come niños recién nacidos; sepultaron su cuerpo y descendieron hasta : y tu has ido a su encuentro con gozo, y en Él has encontrado refugio, tanto te han amado!".

Efrén, más adelante, alude a los predicadores del Evangelio: "Los pobres pescadores la abrieron, sacando fuera y mostrando la nueva riqueza entre los mercaderes. En la palma de la mano de hombres te ponen como una medicina de vida. Los apóstoles del símbolo vieron tu resurrección en la orilla del mar. Y en la orilla del lago, los apóstoles de la verdad vieron la resurrección del Hijo de tu Creador".

Los Himnos "sobre la perla" reflejan claramente la teología de Efrén, para el cual el camino hacia el misterio de Dios no son las sutiles disquisiciones, sino la revelación trasparente de los misterios. "Y queriendo pedir si tiene todavía más símbolos, la perla no tiene boca, para que yo pueda escucharla, e incluso orejas, para que pueda escucharla, y queriendo aún preguntarle si tiene otros símbolos, la perla no tiene boca de manera que yo pueda escucharla, ni orejas de manera que pueda ella escucharme, ¡oh perla privada de sentidos, junto a la cual adquiero significados del todo nuevos".

(Publicado por Manuel Nin en l'Osservatore Romano el 28 de Enero de 2011;
traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)
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(* en Siríaco: Apóstol y Despojado es lo mismo)