Las Antífonas "Mayores" de la O.

Desde el día 17 al día 23 de Diciembre las Vísperas toman un tono diferente dentro del Adviento y se nota ya la inmninencia del Nacimiento del Mesías; éstas son, en palabras de Dom Gueranger, la médula de la Liturgia del Adviento.
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En este Septenario de preparación a la Natividad del Señor, antes y después del Magnificat, encontramos las "Antífonas de la O"; en ellas se ve el llamamiento que la Esposa (Iglesia) hace al Esposo (Cristo), y lo hace a voz en grito para que Éste adelante su Parusía: El Espíritu y la Esposa dicen: Ven, Señor,... Sí, yo vengo pronto. Amén. (cf. Ap 22, 20)
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La fecha de su composición oscila entre el siglo VII y el VIII, aparecen ya en el "Responsorial" (PL, t. LXXVIII, col. 732-733) atribuido a San Gregorio I (+604): Antiphonae maiores in Evangelio, uno de los documentos más antiguos de la Liturgia Romana. También encontramos menciones en: Alcuino de York, Amalario de Metz, Durando de Mende... y en el Ordo Romanus XI (OR XI, 124: desde la Fiesta de San Nicolás hasta el día anterior al de la Navidad del Señor, se cantan éstas en el Oficio matutino). Aunque ahora se usan en Vísperas encontramos testimonios en los cuales se usaba en Laudes, así lo testimonian la mayoría de los autores anteriormente citados; parece más congruente el uso en Vísperas, según Amalario, ya que esta admiración ante el Misterio se produjo por la concepción y el parto de santa María.
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En ellas encontramos un Compendio de Cristología, que toma los títulos mesiánicos veterotestamentarios, y un resumen expresivo de los deseos de salvación de toda la humanidad, del Israel del AT y del nuevo Israel del NT.
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Las conocemos como Antífonas de la O, porque así comienzan en lengua latina, con una exclamación ante el Misterio admirable que nos desborda. Por tanto, vemos cómo hemos de admirarnos ante el Misterio de la Encarnación (1ª Venida: en la Carne) y ante el Misterio de la Parusía (2ª Venida: en la Gloria); finalizan con la súplica "veni...":

17-XII: Sapientia (Eclo 24,3; Jn 1)= Sabiduría, palabra
18-XII: Adonai (Ex 6, 2-3) et Dux domus Israel = Señor y Caudillo de la Casa de Israel
19-XII: Radix Iesse (Is 11, 19; Rm 15,12) = Raíz, renuevo de Jesé (Padre de David)
20-XII: Clavis David (Is 22, 22; Ap 3,7) et Sceptrum = Llave de David y Cetro de la casa de Israel
21-XII: Oriens (Za 6, 12; Lc 1, 78-79), Splendor lucis aeternae (Hb 1,3; Sb 7,6), Sol iustitiae (Ml 4,2) = Oriente, Esplendor de luz, Sol de justicia
22-XII: Rex gentium, Desideratus earum (Ag 2,8) et Lapis angularis (Is 28, 16; 1Pe 2,6) = Rey de las Gentes, Deseado de ellas y Piedra angular
23-XII: Emmanuel (Is 7, 14; 8,8), Rex et Légifer noster (Is 33,22), Exspectatio gentium (Gn 49,10) et Salvator earum = Emmanuel (Dios-con-nosotros), Rey y Legislador nuestro, Espectación de las gentes y Salvador de ellas

Leídas en sentido inverso las iniciales latinas de la primera palabra se ve el acróstico "ERO CRAS" que significa "seré mañana, vendré mañana".
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El Responsorial, citado anteriormente, añadía una octava antífona dedicada a la Santísima Virgen María: O Virgo virginum! (Amalario la menciona); el Manuscrito de París contiene nueve (Durando también menciona este número); los manuscritos de la Biblioteca de Saint-Gall contienen doce. Por tanto, vemos cómo el número oscila entre siete y doce.
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De la mano de Amalario de Metz, al que podríamos llamar "Culmen Allegoriae", podríamos identificar cada una de los Antífonas (en orden cronológico) con los Dones del Espíritu Santo, ya que veneramos también al Espíritu Septiforme como el verdadero "Pródromos" (Precursor) ya que Él es el que prepara la 1ª Venida (hizo posible la Encarnación al cubrir con su sombra a María) y el que prepara la 2ª Venida (Jesús en Pentecostés nos insufló, en el rostro, el Espíritu, para que nosotros, su Iglesia, gritaramos junto a su Espíritu: Marana-tha). Las identificamos, por tanto, con cada uno de los Dones de la siguiente manera: Sabiduría (17), Piedad (18), Fortaleza (19), Inteligencia (20), Ciencia (21), Espíritu de Temor (22) y Consejo (23).
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Viendo la Iglesia la riqueza que contienen estas antífonas, las ha colocado cada día como versículo del aleluya antes del Evangelio, aunque las resume en alguna ocasión.
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En los monasterios benedictinos, según cuenta Flicoteaux, al Abad le corresponde el honor de entonar la primera de las "Antífonas Mayores", lo hace con la mitra puesta y revestido con ornamentos pontificales; cuando comienza a sonar la antífona comienza a resonar la campana mayor y no cesa hasta la repetición de ésta tras el Magnificat.
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Bibliografía: Cuadernos Phase: 174

- Aldazábal, J. "Enséñame tus caminos 1, Adviento y Navidad día tras día". Barcelona, CPL 1995.
- Castellano, J. "El Año Litúrgico. Memorial de Cristo y Mistagogía de la Iglesia", Barcelona, CPL 2005.