Solemnidad de Cristo Rey.

La Solemnidad de Cristo Rey del Universo es el culmen del Año Litúrgico, con ésta le damos final para comenzar de nuevo. Celebramos en ella a un Rey: cuyo trono y bandera es la Cruz: regnavit a ligno, cuya corona es de espinas y cuyo reino no tendrá fin.
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Podríamos esquematizar todas las Fiestas del Señor de esta manera: 1) Fiestas del Ciclo Mistérico: Anunciación y Presentación; 2) Fiestas de Origen Oriental: Transfiguración y Exaltación de la Santa Cruz; 3) Fiestas de Origen teológico-devocional: Trinidad (Domingo post Pentecostés), Corpus (Jueves o Domingo post Trinidad), Corazón de Jesús (Viernes después II Domingo post Pentecostés; Pío IX: 1856), Cristo Rey (Último Domingo del TO; Pío XI: 1925) y Sagrada Familia (Domingo post Navidad; León XIII); nos queda claro, por tanto, que la Solemnidad que celebramos es de origen teológico-devocional y social (coincide que muchas son las más recientes). En la Reforma del Calendario, tras el Vaticano II, se cambiarán algunas de ellas de su colocación primitiva pero ninguna se anulará.
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La Solemnidad de Cristo Rey fue instituida por Pío XI (Encíclica Quas Primas) en el año jubilar de 1925 afirmando la Soberanía de Cristo sobre los hombres y las instituciones, ante el avance del laicismo en la sociedad moderna: Cristo Rey del Universo ("del Universo" se añade tras la reforma del Vat. II: para darle un tono más espiritual y escatológico que político). En la Forma Extraordinaria del Rito Romano se celebra el último Domingo de Octubre, es decir, el Domingo precedente a la Solemnidad de Todos los Santos; en la Forma Ordinaria es el último Domingo del Tiempo Ordinario como culmen, sello y corona del Año Litúrgico, dando así un tono escatológico, es decir, nos pone a la espera de la entrega del Reino al Padre, para que Dios sea todo en todos.
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La Eucología de la Misa presenta el Señorío de Cristo desde una clave bíblico-teológica: sentido cósmico de su realeza, horizonte escatológico de su reinado, petición de los dones de la paz y la unidad. Antífona Entrada: Ap 5, 12.16; Colecta: nueva composición (haz que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin; anterior: haz que la primitiva unidad de familia de todos los pueblos, destruida la llaga del pecado, sea restablecida en el único y suave reino inaugurado por Cristo mediante la Iglesia); Ofertorio: Misal Anterior; Prefacio: Misal Anterior; Antífona Comunión: Sal 28, 10-11 (Jesús toma asiento como en su propio trono en el alma del fiel por la Sagrada Comunión, llenándola de sí mismo); Postcomunión: nueva composición (que quienes nos gloriamos de obedecer los mandatos de Cristo, Rey del Universo, podamos vivir eternamente con Él en el Reino del cielo; anterior: que cuantos nos gloriamos aquí en la tierra de militar bajo las banderas de Cristo Rey, lleguemos fielmente a participar con Él de la gloria del reino en los cielos).
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El Prefacio nos servirá de síntesis: "Porque consagraste Sacerdote Eterno, y Rey del Universo a tu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, ungiéndolo con el óleo de la alegría, para que ofreciéndose a sí mismo como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la Cruz consumara el misterio de la redención humana, y sometiendo a su poder la creación entera, entregara a tu majestad infinita, un reino eterno y universal: el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz". Cristo, Pontífice y Rey, reconquista y entrega al Padre el reino de la creación, la cual había renegado de Él con el pecado, para que Dios sea por siempre todo en todos, como dice el Apóstol; el redactor de este prefacio le ha dado el carácter lírico de un verdadero cántico triunfal de acción de gracias, que constituía el distintivo del primitivo hymnus eucarístico, según se llamaba en la antiguëdad a la anáfora de consagración.
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No sólo esta Solemnidad nos ofrece el celebrar la Soberanía de Cristo ya que en Epifanía, Pascua, Pentecostés o en la Ascensión veneramos a Cristo que se presenta bajo la forma de Rey. En la Epifanía los Magos vienen a adorarle y recibe las primicias de la adoración de las autoridades del orbe; en la Pascua doblega a todos los imperios que le ponen resistencia poniéndolos bajo sus pies e inaugura el Reino Mesiánico triunfando sobre la muerte y el demonio; en Pentecostés da la gracia del Espíritu, y con ésta la autoridad, a sus Apóstoles, para que prediquen por doquier el Evangelio del Reino en calidad de Rey y de árbrito supremo sobre toda autoridad civil; en la Ascensión se sienta en el Trono de la divinidad a la diestra del Padre y su Reino no tendrá fin.
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Esta Solemnidad viene a contrarrestar el error del laicismo y del liberalismo que se reduce a negar la supremacía de Dios sobre todo. En un principio se propusieron diferentes fechas para celebrar a Cristo Rey: Domingo dentro de la Octava de Epifanía o de la Ascensión o del Sagrado Corazón, pero se prefirió el darle un carácter enteramente propio y que fuera independiente. El que se celebre en el Rito Extraordinario del Rito Romano el Domingo precedente a la Solemnidad de Todos los Santos, como he citado anteriormente, manifiesta el nexo de venerar a Todos los Santos, a la Jerusalén del cielo y su corte, la del Rey de la gloria.
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Finalmente deciros que la Iglesia concede Indulgencia Plenaria a todos los fieles que hagan públicamente la Consagración del Género Humano a Cristo Rey en la presente Solemnidad, cumpliendo los requisitos necesarios para ello, la Indulgencia será Parcial si se hace privadamente (nº 8 del Enchiridion Indulgentiarum quarto editur. Penitenciaria Apostólica, año 1986):
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Iesu dulcissime, Redemptor humani generis, respice nos ante conspectum tuum humillime provolutos. Tui sumus, tui esse volumus; quo autem tibi coniuncti firmius esse possimus, en hodie sacratissimo Cordi tuo se quisque nostrum sponte dedicat. Te quidem multi novere nunquam; te, spretis mandatis tuis, multi repudiarunt. Miserere utrorumque, benignissime Iesu, atque ad sanctuum Cor tuum rape universos. Rex esto, Domine, nec fidelium tantum qui nullo tempore discessere a te, sed etiam prodigorum filiorum qui te reliquerunt: fac ut domum paternam cito repetant, ne miseria et fame pereant. Rex esto eorum, quos aut opinionum error deceptos habet, aut discordia separatos, eosque ad portum veritatis atque ad unitatem fidei revoca, ut brevi fiat unum ovile et unus pastor. Largire, Domine, Ecclesiae tuae securam cum incolumitate libertatem; largire cunctis gentibus tranquillitatem ordinis; perfice, ut ab utroque terrae vertice una resonet vox: Sit laus divino Cordi, per quod nobis parta salus: ipsi gloria et honor in saecula. Amen.
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Jesús dulcísimo, Redentor del genero humano, míranos arrodillados humildemente en tu presencia. Tuyos somos y tuyos queremos ser; y para estar más firmemente unidos a ti, hoy cada uno de nosotros se consagra voluntariamente a tu Sagrado Corazón. Muchos nunca te han conocido; muchos te han rechazado, despreciando tus mandamientos. Compadécete de unos y otros benignísimo Jesús, y atráelos a todos a tu Sagrado Corazón. Reina, Señor, no solo sobre los que nunca se han separado de ti, sino también sobre los hijos pródigos que te han abandonado; haz que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no mueran de miseria y de hambre. Reina sobre aquellos que están extraviados por el error o separados por la discordia, y haz que vuelvan al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que pronto no haya más que un solo rebaño y un solo pastor. Concede, Señor, a tu Iglesia una plena libertad y seguridad; concede a todo el mundo la tranquilidad del orden; haz que desde un extremo de la tierra no se oiga más que una sola voz: Alabado sea el Divino Corazón, por quien nos ha venido la salvación: a él la gloria y el honor por los siglos. Amén.
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Bibliografía:
- Castellano, Jesús. El año litúrgico. Memorial de Cristo y Mistagogía de la Iglesia. CPL, Barcelona 2005.
- Garrido Bonaño, Manuel. Año Litúrgico Patrístico, Tomo VII. Ed. "Gratis Date", Pamplona 2001.
- Pascher, J. El Año Litúrgico. BAC, Madrid 1964.
- Schuster, Alfredo Ildefonso. Liber Sacramentorum, Tomo IX. Herder, Barcelona 1948.
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(Imagen: Pantocrátor de la Catedral de Anagni)