Piedad de Rodolfo Papa |
Discursos sobre el Arto
Sacro (y II)
Discorsi sull’arte sacra de Rodolfo Papa es,
efectivamente, una summa del sistema del arte puesta al servicio del auténtico arte sacro (1). Papa escribe una obra tan
singular como indispensable, fruto de su rica experiencia de veinte años como
historiador del arte y artista, pero también con intervenciones en el ámbito de
la filosofía, historia, crítica del arte, teniendo siempre como puntos de
referencia los textos del magisterio. Su obra es singular porque difícilmente
en la actual literatura sobre el arte, se encuentre un volumen que combine con
lucidez la lectura de las condiciones actuales con un descubrimiento y
actualización de los escritos del pasado. A su vez, su obra es indispensable
porque evitando el camino de las infinitas redefiniciones del arte fruto de
saberes particulares y, por lo tanto, ulteriores nuevas fragmentaciones
teóricas, busca salir del relativismo presente para proponer estables y lógicos
modelos de referencia.
La estructura escogida para
analizar este complejo sistema es la del discurso, como género literario y
forma expresiva, que permite la focalización en diversos puntos y
contemporáneamente el avance hacia un objetivo final que es el de la definición
de los fundamentos del arte sacro. Los capítulos afrontan diversas cuestiones
particulares que incluyen reflexiones teoréticas y exempla extraídos de la historia
del arte que ayudan a contextualizar y definir los razonamientos. Se ha
concedido una gran atención al esclarecimiento de los términos lingüísticos, indispensables
en la economía del análisis, mientras que el uso abundante de citas --nunca
simples referencias sino indicaciones funcionales al texto--, permiten, por una
parte, seguir la relación entre escritura e imagen en la historia del
cristianismo y por otra, conocer textos contemporáneos de estudiosos que,
aunque lejos del cristianismo, llegan a intuir la solución del problema.
El objetivo del texto es el
de llegar a definir el arte sacro y sus propiedades intrínsecas en una época
que no solo ha perdido el concepto de arte, devenido líquido y subjetivo, sino
también la noción de lo sacro, una verdadera apostasía por la cual Papa
individua orígenes y consecuencias. Razonando así, el autor llega a proponer
una definición general, tomada de los textos clásicos, que no presenta como
dogma sino que la injerta en las actuales especulaciones demostrando que
todavía es posible reflexionar en términos positivos en el estatuto
epistemológico del arte: ars est recta ratio factibilium (2). Esta enunciación es la
premisa para la individuación de al menos cuatro caracteres fundamentales
propios del arte sacro (y en modo especial del arte de la pintura):
universalidad, belleza, figuratividad y narratividad.
En Discorsi sull´Arte sacra, después de haber analizado
diversas contribuciones de los teóricos y críticos actuales (Warburton, Shiner,
Danto, Belting, Didi-Huberman), Rodolfo Papa muestra la dificultad para arribar
a enunciados estables y omnicomprensivos, y propone la célebre frase de santo
Tomás para la cual el arte es la correcta forma de hacer las cosas según la
razón (recta ratio) y declina al plural la
cuestión: “si el término arte es declinado al plural, como un género que
comprende varias especies, la cuestión de su definición aparece soluble,
incluso en la situación contemporánea”. En esta óptica la “specie” de la performance o de la
instalación o incluso el body art tendrá necesidad de un estatuto propio y de peculiares reglas que alguien
deberá proporcionar y así se garantizará, por diversidad, la identidad y la
definibilidad, por ejemplo, de la pintura y la posibilidad de afirmar lo que es
arte y lo que no lo es. Observando el sistema desde este punto de vista,
también el arte llamado “contemporáneo” con sus rituales de producción,
fruición e historización aparece ya cristalizado, y la aparente multiformidad
se demuestra ya codificada y globalizada por el mercado que desde el 'Pop Art'
en adelante, es expresión vacía de esta aparente creatividad.
Naturalmente, no todos los
géneros pueden estar al servicio de la iglesia y a ese respecto Papa muchas
veces se centra en las intrínsecas diferencias y en sus peligros. Revivals diatópicos y diacrónicos,
utópicos y ucrónicos, la recuperación del “pensamiento salvaje” y de un
primitivismo original, instancias liberales, libertinas y neopaganas, la
búsqueda del irracionalismo y del esoterismo son todos caminos recurrentes
desde el Iluminismo en adelante con el fin de introducir formas nacidas en
diversos sistemas de arte para desquiciar la estructura interna y descristianizar
el arte. A diferencia de la recuperación de la cultura greco-romana en el
Renacimiento, recuperación tendiente a cristianizar los elementos paganos, el
anacronismo propio de ciertas vanguardias históricas no tiene relación con la
iglesia pero apunta a una cultura arcaica y a una visión distorsionada de lo
sacro.
Interesante y original, el
'Discurso sobre la Luz' evidencia cómo en el arte contemporáneo se ha pasado
“de una visión metafísica a una materialista” por culpa del abandono y/o del
exceso de la luz. Si en pintura la claritas, la claridad y el
esplendor, cede el lugar al color, o a la materia que no comunica más visiones
celestes sino que cada vez más se enfoca en las bajezas humanas, en
arquitectura sucede lo contrario: el exceso de luminosidad conduce a una
desmaterialización que rechaza la dimensión creatural de la realidad.
Indispensable, el 'Discurso sobre las imágenes y sobre el cuerpo' parte de una
paradoja: aún viviendo en una “sociedad de la imagen” la imagen (y el cuerpo)
resulta muchas veces ausente incluso en el ámbito litúrgico, donde más que
nunca es reclamada la presencia, ya que la religión cristiana comienza
realmente con el encuentro con la corporeidad de Cristo, Dios hecho hombre.
La única imagen hoy es la
tecnológica que tiene fines mucho menos elevados. La imagen satinada, retocada,
técnicamente perfecta (“photoshopeada”), nos habla de un mundo que ha perdido
la búsqueda de una experiencia interior, que rechaza la complejidad y la
apertura que solo un arte que trata de superar los límites de la imitación
puede garantizar. Desde este punto de vista, es de rechazar la fotografía, en
cuanto evidencia excesiva de lo real que anula la mediación personal y, en
consecuencia, el hiperrealismo: a diferencia de la perspectiva nacida para representar
el mundo y la historia sacra, cuanto más cercana temporalmente y espacialmente
al usuario, educando el sentido de la vista, la imagen de hoy aparece
desencarnada y no adecuada a la devoción.
Fundamental resulta la
recuperación de la belleza que Papa considera en los términos ontológicos de
los “trascendentales”: la belleza es integral, armonía y esplendor (integritas, proportio y claritas) y está asociada a la
bondad y al bien. La belleza trasciende al hombre y es capaz de revelarle algo
de la realidad, en este sentido comunica también la verdad; el hombre, por su
parte, es naturalmente proclive a acogerla y encontrarla. Tampoco el arte,
especialmente si está al servicio de la liturgia, puede prescindir de la
belleza, dado que las obras de arte deben expresar la infinita belleza divina y
orientar el alma hacia Dios. Son desechables, entonces, las actuales
concepciones relativistas de la belleza (belleza como ausencia, como
desarmonía) o las estéticas de lo feo así como no existe un mal absoluto, pues
el mal es la falta de un bien, así tampoco puede existir la fealdad absoluta
que es la pérdida de lo bello o su no perfecto desarrollo.
El 'Discurso sobre el arte
sacro' es la conclusión de los discursos precedentes pues confirmar la
centralidad de las imágenes sacras aparece siempre más fundamental en una
sociedad “líquida” o “neotribal” que ha perdido todo ligamen con lo
trascendente. Como ha escrito Joseph Ratzinger, la crisis del arte es un
“síntoma de la crisis existencial de la persona” y por tanto poner algunos
puntos firmes en un momento tan confuso no puede ser más que un factor
positivo. El capítulo es muy complejo y explicativo gracias a la constante
referencia a los textos del magisterio pontificio de los cuales emerge
claramente cómo el arte debe celebrar la infinita belleza divina poniéndose al
servicio de la liturgia, iluminada por la fe, evitando el excesivo simbolismo y
el exagerado realismo.
El arte sacro, a diferencia
de las más variadas expresiones creativas que parecen durar el tiempo de una
exposición en un contexto saturado de novedad y provocaciones, es siempre vivo
y se renueva continuamente en el surco de la tradición. Dadas tales
características fundamentales e imprescindibles como la universalidad, la
belleza, la figuratividad y la narratividad, la libertad del artista (de fe) es
muy amplia. Papa, un verdadero artista al servicio de la iglesia, nos muestra
con este texto cómo hay todavía caminos por recorrer y cuán irracional es
hablar de la “muerte del arte”. Y también, en el hipotético caso de que todo
este saber se destruya y que las dimensiones del sentimiento, del instinto, de
la arbitrariedad sustituyan a la proficua relación entre Fides y Ratio, retomando
el parágrafo 'El arte en la espiritualidad' (en referencia a la imagen de la
Divina Misericordia), es reconfortante saber que todavía hay un Otro, más allá
de críticos y teorías, que continúa comunicándose a través de imágenes. La
lectura de la inseparable relación entre arte y fe, y el análisis de las
dinámicas contemporáneas arroja nueva luz sobre el actual sistema del arte y
sobre la esencia más profunda de la pintura proponiendo una vía de salida y una
ayuda a la liturgia.
Pedro Fernández, op
(1) Presentación por Tommaso
Evangelista, historiador del arte, del libro de Rodolfo Papa, Discorsi sull´ arte sacro. Cantagalli.
Siena 2012. Zenit, 18 de mayo 2012.
(2) Cf. S. TOMÁS DE AQUINO, Summa theologiae, I-II, 57, 4c.