El Rito Hispano-Mozárabe en la
Revista de los «Heraldos del Evangelio»
Reproduzco a continuación la entrevista
que el Padre Carlos Tonelli, EP ha realizado a D. Salvador Aguilera y
que ha sido publicada en «Salvadme Reina», periódico de la Asociación
Cultural «Salvadme Reina de Fátima» en sus cuatro ediciones: española,
portuguesa, italiana e inglesa.
*******
Entre la rica diversidad de ceremonias con la que la
Iglesia
celebra el Misterio Pascual, destaca este venerable y
antiquísimo Rito que aún hoy se mantiene con vitalidad
en la Archidiócesis de Toledo.
El pasado día
7 de enero el P. Salvador Aguilera López, sacerdote de la Archidiócesis de
Toledo, presidía en la Casa de los Heraldos situada en la localidad de
Camarenilla, España, una Celebración Eucarística muy peculiar. No seguía el
habitual Rito Latino sino uno de los más antiguos y hoy menos conocido: el Rito
Hispano-Mozárabe.
Para apreciar
mejor esta reliquia viva de los orígenes de la Iglesia hispana, rica en
simbolismo e historia, hemos entrado en contacto con el mismo P. Aguilera quien
desde Roma, donde en la actualidad se encuentra realizando un curso en el
Pontificio Instituto Oriental, nos envía las respuestas reproducidas a
continuación.
¿Cuál es el origen
del Rito Hispano-Mozárabe?
Desde
la época apostólica, las iglesias locales han querido llevar a cabo el mandato
de Jesús en la Última Cena: “Haced esto en conmemoración mía” (Lc 22,19b). Por
esta razón, aún siendo todas las liturgias iguales en lo esencial, difieren en
algunos elementos, no esenciales, que son fruto de la cultura, historia e
idiosincrasia de cada iglesia particular.
La formación
de nuestra Liturgia podemos decir que fue lenta, y también podemos señalar que en
ella tuvieron mucho que ver tres sedes metropolitanas: Toledo, Tarragona y
Sevilla. Si hubiera que marcar un momento histórico concreto, señalaríamos el
año 589, año en el que tuvo lugar el III Concilio de Toledo: conversión oficial
del reino de los visigodos a la fe católica; a éste le siguió una época de
esplendor cuyo culmen es el siglo VII, siglo en el que esta Liturgia era
celebrada también en la Galia narbonense y en los Pirineos orientales.
Los
cristianos hispanos, al verse invadidos por los árabes, cosa que sucedió en el
año 711, se vieron obligados a huir a otros lugares para preservar sus vidas, otros
permanecieron y celebraron su fe ocultamente y otros recibieron la palma del
martirio, de éstos deriva el término “mozárabe”, es decir, de los que vivían “entre
los árabes”. La emigración conllevó el portar consigo los libros litúrgicos y
las reliquias; sirva de ejemplo el que San Isidoro de Sevilla se encuentre en
León o san Ildefonso de Toledo en Zamora. Pero años más tarde, en Asturias,
baluarte de resistencia a esta ocupación, por mandato del rey Alfonso el Casto,
se restauraría la liturgia palatina tal como se celebraba en Toledo.
En
el siglo XI tiene lugar otro hecho que marcará la historia del Rito. El Papa
san Gregorio VII obtiene que el rey Alfonso VI convoque un Concilio en Burgos
(1080), en el que se decreta la abolición del Rito en los reinos e Castila y de
León, siendo suplantado por el Rito Romano. Los cristianos mozárabes que habían
ayudado al rey Alfonso VI en la reconquista de la ciudad de Toledo (1085)
recibieron, en reconocimiento a sus méritos, el poder seguir celebrando su propia
Liturgia, y así lo hicieron en las seis parroquias mozárabes de la ciudad.
¿Cómo ha sobrevivido
hasta nuestros días?
En la historia
de la supervivencia del Rito debemos señalar el nombre de tres Arzobispos de Toledo,
cardenales de la Santa Madre Iglesia: Cisneros, Lorenzana y González. El
Cardenal Cisneros fue el que instituyó la Capilla Mozárabe en la Santa Iglesia
Catedral Primada, para asegurar así la celebración diaria de la Santa Misa y el
Oficio según esta antiquísima Liturgia; también ordenaría la edición impresa
del Misal (1500) y el Breviario (1502). El Cardenal Lorenzana será el que se
encargue de la reedición de estos dos libros litúrgicos, el Breviario en 1775 y
el Misal en 1804. Y el Cardenal Marcelo González Martín, será el encargado de
llevar a cabo la reforma del Rito, según las directrices fijadas por la
Constitución “Sacrosanctum Concilium” del Concilio Vaticano II.
Quien quiera
participar en una Celebración Eucarística en este venerable Rito, lo podemos
hacer en la capilla mozárabe del Corpus Christi de la catedral de Toledo.
En el altar mayor de este templo el arzobispo celebra en tres ocasiones
especiales según este Rito: la “Misa de Santa María” el 18 de diciembre; la Solemnidad de san Ildefonso, el 23 de enero
y en la Solemnidad de Corpus Christi, y en ciertas ocasiones en otros
lugares de España.
¿Podría destacar
algunos rasgos más sobresalientes?
Los elementos que yo destacaría,
para ser conciso, pertenecen al Rito de Comunión:
La proclamación
del Credo y el Padre Nuestro. El Rito de Comunión comienza con la
recitación del Credo, cuya formulación pertenece al I Concilio de
Constantinopla. El Rito Hispano será el primer rito occidental en introducir el
Símbolo de la Fe en la Celebración Eucarística, esto se viene haciendo desde
que así lo ordenara el canon 2 del III Concilio de Toledo (589), cuya finalidad
es que reciba a Cristo sólo aquél que ha confesado la Fe Católica. El Padre
Nuestro tiene una estructura particular; comienza con una invocación y a la que
le siguen siete peticiones a cada una de las cuales el pueblo responde: Amén.
La “Fracción
del Pan”. Jesús en la última cena tomó el pan y lo partió, tal como nos
atestiguan los Evangelios, siendo así uno de los elementos esenciales de la
Eucaristía. En esta venerable Liturgia la Fracción se convierte en un momento
epifánico en el que, al ir fraccionando el Cuerpo de Cristo y colocándolo en la
patena en forma de cruz, vamos evocando los Misterios de su obra salvífica tal
como los encontramos en el Credo: Encarnación, Nacimiento, Circuncisión,
Aparición, Pasión, Muerte, Resurrección, Gloria y Reino. Inicialmente eran
siete, como los siete sellos de los que nos habla el Apocalipsis, pero más
tarde se añadirían dos más al aumentar las Fiestas del Año Litúrgico: Circuncisión
y Aparición.
La “Bendición”
antes de comulgar. Podríamos decir que no hay mayor bendición que
recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, por esta razón la bendición se imparte
justo antes de la Comunión, tal como manda el IV Concilio de Toledo (633). No
tiene, por tanto, el carácter de despedida que tiene en el rito romano.
«Salvadme Reina», pág. 36-37