En este fragmento, también de considerable extensión, nos hallamos con una descripción básicamente militar, siguiendo el orden militar bizantino en tiempos del soldado y emperador Leoncio (h. s. VII dC). Este habría librado a Constantinopla de la opresión de Justiniano II, pero su gloria fue breve: duró hasta el 698. Con respecto al Arzobispado chipriota de Constancia, éste la restauró de Nea Justiniapolis, donde le trasladó la autoridad episcopal el susodicho Justiniano II (685-695. 705-711). Así lo afirma A. Vaillant (Zagreb 1958), 16. Por otro lado, G. Ostrogorsky, Storia dell’impero bizantino (1968 en italiano; 19633 en alemán), afirma de la religiosidad de dicho emperador, que subió jovencísimo al trono, con 16 años, aunque su política religiosa, sea en relación a la doctrina cristiana, sea a la relación de las Iglesias ortodoxas con la Iglesia de Roma y el Romano Pontífice, no fueron ni las mejores ni las más oportunas.
Prosigue el Sermón atribuido a San Epifanio sobre el Grande y Santo Sábado (sección XI)
El que ayer ciertamente rehusó como dueño de casa las legiones de los ángeles y dijo a Pedro: «Puedo ahora pedir apostarse más de doce legiones de ángeles (cf. Mt 26,53)», hoy de modo digno de Dios y de modo bélico y señorial desciende a lo inferior del hades y la muerte, y contra el Tirano de la muerte a través de la muerte, no sólo teniendo doce legiones inmortales de ejércitos incorpóreos y de manípulos invisibles, sino que millares de millares y miles de miles de ángeles (cf. Dn 7,10), arcángeles, potestades, tronos, seres de seis alas y seres sin alas, de legiones de seres celestiales de múltiples apariencias, preceden y ofrecen e himnodian a Cristo como su propio Amo y Rey. Estos no están metidos en batalla – ¡qué va! ¿en virtud de qué pacto bélico el Cristo todopoderoso se va ver entrometido? – sino conforme al deber de amor con que estos deben siempre tributar al Señor Dios.
Dignos son algunos lanceros, soldados y cetreros luminosos del cetro real del Dios y Señor. Con rapidez divina, raudamente se anticipan mutuamente a la par que se ponen a la acción que se debe realizar a la orden, y que se disponen por la Victoria frente a la línea de batalla de los enemigos y tiranos. Por esto descendieron entonces al campo corriendo con [su] Dios y Señor hacia los lugares ínfimos y a lo más profundo de la tierra toda de todos los que yacen desde antiguo en el inframundo como domicilio, para sacar a los constreñidos y quienes allí yacían desde antiguo (cf. Ps. 67,7).
Y como sea que la presencia del Señor, llegada portadora de la Luz matutina, alcanza las cárceles del hades y [sus] moradas y [sus] calabozos y [sus] cavernas, todas con puerta, sin sol ni ocaso, se adelanta a todos el archiestratega Gabriel, como de costumbre, para llevar el Evangelio de la alegría a los hombres, y pronuncia una palabra fuerte, propia de un arcángel y alto dirigente militar, luminosa y leonina a las fuerzas opuestas, y dice: «Alzad las puertas, oh príncipes vuestros».
Después de él grita también Miguel: «Y levantaos, puertas eternas (cf. LXX Ps 23, 7-9)».
Después las virtudes dicen: «Retiraos, porteros perversos».
Después los principados con autoridad [dicen]: «Rompeos a pedazos, oh ataduras irrompibles».
Y otro: «Avergonzaos, oh contendientes enemigos».
Y otro: «Temed, tiranos perversos».
Marcos Aceituno Donoso